jueves, 14 de marzo de 2013

Boyfriend


No soy una persona muy de tendencias. Tardo bastante en sumarme a ellas. Hasta que lo tengo claro, clarísimo. Lenta, lentísima, fue mi transición de los pantalones de campana a los pitillos. Con las caderas que tenía por aquel entonces, me horrorizaban los pitillos. 

Hace años, antes de acabar enfundada en unos, intenté resistir con clásicos vaqueros de corte recto. Luego adelgacé. Y durante todo mi último año de carrera estuve vistiendo lo que mi amiga Bea llamaba “los pantalones que le has robado a tu padre”. Yo iba la mar de contenta –y cómoda— con mis vaqueros caídos y mis tacones. 

El otro día, tras no sé cuántos años hace ya que todas las streetstylers (esas celestiales a la par que sencillas gurús de la moda que te dicen lo que tienes que llevar al trabajo o a la uni para ir divina de la muerte y luego salir de afterwork y no morir en el intento) llevan vaqueros boyfriend, yo me compré unos vaqueros boyfriend (que además me quedan un poco grandes). Mi madre me miró horrorizada cuando me los vio puestos.



Mis modernos y recién adquiridos vaqueros hacen que recuerde "los pantalones que le robé a mi padre". Me recuerdan las mañanas de biblioteca en las que Bea y yo ocupábamos la mesa con decenas de rotuladores de colores con los que subrayar los aburridos apuntes de Sociología, ante la atónita mirada del niño guapo que siempre estudiaba Derecho penal. Echábamos más horas fumando en los pasillos y bebiendo café que estudiando. Me recuerdan esa mañana en la que mi gran amiga Blankita, que estudiaba en otra facultad, se vino a la biblioteca conmigo ¡en chándal!. Si mis pantalones grandes no era lo más glamuroso que se podía ver en una facultad en la que estudiaba alguna que otra novia de torero (ahora me imagino que todas las novias de toreros los llevan), el chándal de Blankita fue el colmo. Juró solemnemente que nunca volvería a Derecho. Me recordaron a Jaime, el anti-estudiante de Derecho. Con sus vaqueros gastados y caídos, su bici, su pelazo, su amplia sonrisa y su british-pop. Y a su compañero de piso, que me invitaba a salir todas las semanas, sin éxito. Me recordaron a los fines de semana de excursiones culturales por el centro y de teatro en pequeñas salas de Triana, acompañada de mis niñas. Y a las notas de Rosalía y Patri por debajo del  puerta.

No sé si me quedan bien los boyfriend gigantes o voy haciendo el ridículo con ellos y mis tacones por el pueblo. Pero a mí me gustan porque me recuerdan lo que soy.  

¿Podré tejerme unos boyfriend de ganchillo?

Fuente



domingo, 3 de marzo de 2013

El cuello de Vin

Este cuello es para Vin, que cumple años pronto y me lo pidió hace meses, cuando se enteró de que estaba aprendiendo a hacer ganchillo.



El patrón es bien sencillo. Sólo una larga cadeneta (80-100), cerrada con un punto enano y tantas vueltas de punto alto como ancho queramos que tenga el cuello.

Está tejido con lana Albmerino de Schoppel-Wolle, que adquirí en Téjeme, y un ganchillo del número 6.

Con este doy por finalizada la temporada de cuellos y bufandas invernales, para pasar a los chales primaverales.

viernes, 1 de marzo de 2013

Chal Kristen

La llegada de Athos a casa ha sido una auténtica revolución. Es una cachorro muy activo, de forma que está todo el día pidiendo juego. En las últimas dos semanas casi todo mi tiempo (quitando las horas de trabajo y sueño) las he tenido que dedicar al perro. Es un cambio de rutina que intento asimilar poco a poco.

Pese a todo, he conseguido sacar algo de tiempo para terminar el chal Kristen, diseñado por Jennifer Dickerson, autora del blog Fiber Flux, que empecé el pasado mes de enero. ¡Por fin!


Ya tejí un cuello de Jennifer. Me encantan sus diseños. Son sencillos de elaborar, ideales para principiantes como yo, y muy elegantes.

Este chal está trabajado con lana Phildar Phil Tweed, que adquirí en La boutique de las lanas, y un ganchillo del número 4.



A B. no le gusta demasiado. Dice que es como una gran porción de pizza.